Relato de una nueva residente

21 May 2019

Hace pocos días realizamos nuestra primera visita a la Residencia Cugat para visitar a mi suegra Antonia, cinco semanas después de haber entrado a vivir a la Residencia.

Toda la familia desea expresar que nuestra experiencia ha sido altamente positiva por razones que queremos compartir con Uds. ya que pensamos que lo que aquí se comenta va más allá de las impresiones y conceptos generales que se tienen sobre residencias para nuestros mayores, tanto por parte de los familiares como por parte de los nuevos residentes.

En el proceso de aprendizaje continuo, que es la vida, nuestra familia ha salido de una situación de convivencia compleja. Todos los miembros de nuestra familia nos queremos y nos deseamos lo mejor, siempre.

No obstante, la convivencia de diferentes personas en diferentes etapas de su vida, cada una de ellas con las exigencias y deseos propios de su momento y entorno, no permitía que los miembros de la familia se relacionasen de una forma armoniosa.

Desde el deseo de los hijos y nietos existía una actitud de protección y de cuidar a la abuela de la familia en un mundo que se ha vuelto mas complicado en las relaciones humanas….. y con toda su tecnología. Y en esta actitud, nunca faltando el respeto a la libertad de pensamiento y movimiento, la familia entera se esforzaba durante años a complacer y cuidar a la mujer que ha sido y es madre, abuela y suegra. Pero aún así ella era infeliz. Se sentía desplazada, desatendida y en fin, poco respectada en su forma de entender y vivir la vida. Como era natural y licito, ella expresaba su malestar con los miembros de la familia quienes a su vez multiplicaban sus esfuerzos a que tuviese Antonia una vida cómoda y con los estímulos que se creía que le beneficiaban. Pero los esfuerzos bien intencionados fueron en vano. Antonia, dentro de su frustración y malestar, sentía sus capacidades sociales y de convivencia cada vez mas infravaloradas. Esto no fue por falta de inteligencia ni lucidez por parte suya, se debía a los cambios en las formas de relacionarse entre las generaciones y sobre todo una falta de autentico significado para su vida, algo que la familia, en su afán de ayudar y protegerla, no tuvo suficientemente presente.

Al comenzar su estancia en la Residencia Antonia estaba muy disgustada y lo hacía saber a todos. Ella no entró de manera voluntaria. Antonia entró debido a la necesidad inmediata de nuestra familia entera de ausentarse durante 5 semanas para atender a otra abuela en otro continente con una grave enfermedad.

Mientras estuvimos fuera recibimos noticias de cómo se encontraba Antonia de su adaptación al centro, que fue bastante dura, hasta la tercera semana que comenzó a encontrarse mejor, interacción con los demás residentes, participó en las actividades….

Pero lo realmente importante era que allí estaba ella cada día esforzándose. Según las propias palabras de Antonia, llegó después un momento de aceptación.

Y al dejar su protesta al lado Antonia veía con toda claridad que lo que ella consideraba entonces un «mal» que no tenia cura…… pues éste le dejó de apurar. Y ella miró a su alrededor a las personas de su entorno, vio sus alegrías y sus dolencias, sus virtudes y sus

defectos…. y abrió su corazón y aceptó la singularidad de cada uno de sus compañeros de viaje. A partir de aquel momento decidió, de forma consciente o inconsciente tampoco importa mucho, abrazar cada día en busca de oportunidades para disfrutar y sobre todo, ayudar.

Descubrió que le complacía participar en crear bienestar. Que la satisfacción de sus compañeros se convertía en la suya propia.

Sentía una unión con los demás, una unión que quizás le había sido negada por las circunstancias de su vida durante demasiado tiempo.

La Antonia de hoy no es la misma mujer. Como tampoco somos los mismos los miembros de su familia. También hemos aprendido y seguiremos aprendiendo.

Amar a través de la ayuda y la protección no da sentido a la vida de una persona aun capaz de ofrecer mucho de sí. La vida en comunidad, con sus reglas y complejidades, permite a la persona mayor seguir participando, aportando, discrepando, jugando, aprendiendo y amando a la vida al encontrar una causa mas elevada que su propia comodidad y protección.

Esta primera parte del viaje emocional e intelectual de Antonia fue corta e intensa. Y no ha terminado. Sigue y se incrementará en valor para ella y para todos que la conocemos y la queremos.

Fue la Residencia en donde encontró el estimulo para seguir progresando, encontrando aventura, misterio y siempre nuevos objetivos a alcanzar. Ahora ella esta ofreciendo lo mejor de sí a todos y, sobre todo, a ella misma.

Gracias Antonia por haber sabido luchar para un mayor bienestar para ti misma. Y así has incrementado el bienestar de los que te queremos. Y gracias por permitirnos compartir con otros nuestra experiencia.

Y gracias a Mamen, Ana, Alexia, Marcos, Xenia y tantos otros miembros del equipo de la Residencia Cugat por las valiosas aportaciones que realizan a todos los residentes cada día.

Para nuestra familia escoger a la Residencia Cugat no solo ha sido una cuestión de encontrar personas amables que ejercen su profesión de forma cariñosa.

Al elegir a Cugat Residencial valoramos entonces y valoramos cada vez mas la capacidad del equipo dirigido por su Directora Ana.

El equipo entero posee un profundo conocimiento de psicología geriátrica y sabe como aplicar sus conocimientos con los ojos y oídos bien abiertos, siempre atentos, aprendiendo cada día con las personas mayores con quienes de hecho conviven.

Felicitamos al equipo y les animamos en su afán profesional hacía una nueva manera de sentir y compartir la vida con nuestros mayores, aprendiendo todos juntos.

Desde el principio, y también al final, todos vamos cogidos de la mano.

Lisa Ponce